lunes, 30 de agosto de 2010

Valquiria moderna.

Valquirias del siglo 21.
Esos ojos saltones como mirada de buitre esperando por su presa, la sonrisa en su rostro ocultando la maldad, sudo como un tempano mientas lanzo miradas como flechas que buscan incrustarse en cada ranura de su condenada pero bien tallada humanidad voladora.

Negro es su cabello, negro diamante sembrado en la tierra y confeccionado en magma, negro ceñido al deseo, su tez blanca aísla en rosado sus nebulares labios de supernova, mas magnéticos que el sol, podría pasar tres eternidades observando su voz y escuchando su cuerpo.

Dejando su quietud pone rumbo fijo a su camino mientras sus piernas susurran un perfume que amansaría al mas feroz de los guerreros nórdicos, tiene un leitmotiv tatuado en su mirar, algo que confunde, que retiene, que no dejo de observar.

Con un poco de rojo, de negro y de gris elaboró su armadura, casi copiando los modelos de Chanel.

Se escucha a kilómetros su andar y cada obscenidad pronunciada por sus armas de tacón alto rompen el silencio como adueñándose del mundo, de pronto respira y comparte de cerca su aire conmigo, la luz se esconde y no toca a plenitud su rostro tallado en platino, casi tan bella como cruel guarda silencio dejándome en ascuas. 

Su fragancia es de temer, justo como si quisiera empujarte a un sueño, un eterno sueño, y por eso se cubre de sombras tenues color vinotinto.

Justo detrás de mi un muro de asfalto detiene mi espalda, hoy el suelo parece un espejismo, Me toma de un brazo me dice que es tarde y me invita a subir.

El olor a gasolina es cada vez mas intenso, voces que claman mi nombre ponen en alerta a tan peligrosa fémina, ella no los mira y obvia sus almas, acaricia mi rostro y me pide que huya, sin embargo ya nada puede hacer, el ruido y los pasos curiosos modelan su humor borrando su sonrisa y al levantar la mirada me cuenta que la vida es corta arrojando con soberbia mi espíritu al suelo.

Se hace un moño mientras su su figura curvilínea desaparece entre la gente que me observa, no sin antes lanzarme una mirada abrasiva cargada de picardia como diciendo hasta luego.

Lo próximo que recuerdo es el aire recuperando su lugar en mis pulmones, la brisa de media noche y el sonido de los cauchos mortificando al suelo.

Abrí con claridad los ojos entre azules y rojos fugaces cuando dos sujetos me subían a un camión donde cantan sirenas y huele a hospital, comencé a sonreír pues Valhala nunca había estado tan cerca como esa noche pero hoy esta tan lejos como siempre.

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