viernes, 29 de julio de 2011

Hechizo de Bandoneon.


En tiempos antiguos
Iba caminando entre luces amarillas y callejones grises, con la noche en los tobillos y la mirada clavada en el suelo, absuelta de esperanza y de energía recorría con sus dedos las corazas de los grandes edificios que componían la ciudad donde nació y de donde fue arrancada, lloraba un poco, pero solo para para migrar la ira y la frustración que inundaba su pecho desde hacia ya 8 años, unas cuantas gotas de sangre fugitivas delataban su rumbo pero esto no le importó, en el fondo quería compartir con el mundo un poco de lo que este le había regalado las ultimas horas, el pesado aire convertido en smog se abría paso en sus entrañas luego de tropezar en su garganta con un nudo y en su pecho con unos cuantos improperios que no logró decir a quien debía, quien sabe si por falta de tiempo o de voluntad, condujo su cuerpo errante a través de la ciudad casi una hora sin darse cuenta, algunos se ofrecieron a ayudarla pero segundos mas tarde se dieron cuenta que es difícil acercarse a una persona que porta un puñal.

Pasos y minutos se confundieron aquella noche de octubre -no era de este mundo esa melancolía- dijeron todos aquellos que la vieron desfilar a través de los adoquines en esa noche brumosa, parecía querer huir de su existencia volteando de vez en cuando percatándose de que nadie la siguiera, algunos dicen que la oyeron murmurar una que otra letanía levantando la mirada al cielo cuando les pasaba al lado, una rasgadura en su vestido dejó entrever las heridas mal vendadas en su espalda, aquella esbelta y paliducha figura parecía deambular sin control desatando risas entre los vacíos caminantes nocturnos, perdiéndose en las luces de los postes logró cruzar el puente a través del río para luego quedarse estática frente al portal de una casa vieja cuyo jardín estaba abandonado, solo una lampara de queroseno alumbraba el mediano pasillo que conectaba la vieja morada con la acera de la calle.

Una sensación de paz se transformó en suspiro y atravesó sus labios, oponiéndose al dolor se animó a cruzar la acera. De pronto y a lo lejos dos caballos golpeaban rápidamente con sus patas los adoquines de la calle aproximándose hacia ella, aquel estruendo rompió con la quietud que gobernaba ese lado del pueblo, incorporó fuerzas de la nada a su piernas, se adentró en el jardín y comenzó a tocar la campana de la entrada sin obtener una  respuesta, una carreta tenebrosa de colores opacos se hizo presente en la cuadra, su cochero, de rostro inexpresivo y pintado blanco detuvo los caballos con un gesto seco, una patada abrió la puerta de aquel misterioso vehículo dejando entrever la figura de un hombre que vestía capa, de sombrero negro y de bigotes largos, repleto de ira por su hombro ensangrentado espetó una carcajada y comenzó a tocar un pequeño pero estruendoso bandoneon recorriendo a pie y con dificultad aquella acera.

Presa de un hechizo
Un halo de luz se escapó de una ventana en la parte superior de aquella casa y la silueta de un hombre viejo se hizo presente a través del reflejo -¡te llevé una vez y te llevaré dos veces Jazmín!-  gritó desde la calle el ensombrerado esquizoide, tras escuchar aquel nombre el hombre en la ventana bajó las escaleras con premura y abrió la puerta de su hogar sujetando un viejo mosquete, -padre- escuchó a su izquierda una voz femenina que venia de un lado del pasillo, movió con sus manos unas cuentas ramas encontrando a una joven mal herida sobre el monte que antes era jardín, se arrodilló junto a ella, abandonó el mosquete y justo al levantarla contempló sorprendido a la que parecía ser su hija perdida -¡Jazmín hija mía! ¿donde habías estado? pensé que habías muerto- dijo mientras el llanto poblaba sus ojos, pero aunque esta permanecía con los ojos abiertos no brindo respuesta a la pregunta de su emocionado padre.

Una música de aire circense y molesta entorpecía el encuentro, desde la puerta un grito recorrió el pasillo -¡Sabía que volverías a tu vieja casa! -Jazmín se levantó del suelo alejándose del regazo de su padre llorando y mirándolo a los ojos luchando contra si misma y como victima de un maleficio sonoro se fue danzando hasta los brazos del cochero que acompañaba al hombre malherido. -¡No te la llevarás de nuevo!- gritó el envalentonado padre justo antes de recibir un disparo en la pierna derecha, Jazmín tomó el puñal y en un momento de distracción atravesó el pecho de aquel hombre inexpresivo que ni siquiera se inmutaría de dolor al caer al suelo, al ver esto su jefe el del bandoneon comenzó a tocar aquella horrible canción una vez mas, sacando del bolsillo una llave de cuerdas incrustandola de nuevo en la espalda de aquella joven y desesperada mujer mientras reía.

Un maléfico poder.
Arrastrandose al viejo mosquete el padre de la muchacha alcanzó a percutir su arma atinando contra la anatomía de aquel bárbaro en un par de ocasiones, el hombre volteo a verlo disparando nuevamente, dándole esta vez justo en el hombro.

 -Ahora estamos a mano compañero- le dijo mientras sujetando la mano de la mujer la subió a la carreta, el cochero se levanto del suelo extrayendo el puñal de sus entrañas sin manifestar dolor y condujo nuevamente la carreta para alejarse por ahora de aquel lugar donde estaban; ante lo ojos vidriosos de un padre que había vuelto a perder a su hija a manos del mismo hombre que se la robó aquella vez.

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